Las imágenes siempre sirven, por lo menos, como recordatorios de las cualidades espirituales de los seres santos. Cuando un practicante theravádin, por ejemplo, expresa devoción ante una imagen del Buda Gautama, piensa en su esfuerzo por conseguir el despertar, en sus virtudes, en sus enseñanzas, y en el ideal que representa. Piensa en el Buda con alegría, y desarrolla una actitud cálida y una mente pura. Las cualidades espirituales que se expresan mediante las características de una buena imagen, también ayudan a estimular el surgimiento de estas cualidades en quien la contempla.
En el budismo del norte y del este, excepto quizá en el ch'an/zen, las imágenes no sólo sirven de recordatorios. Especialmente en las escuelas del vajrayana, se considera que están infundidas del espíritu y el poder del ser al que representan. Además, puesto que la imagen y el ser «coinciden» en que ambos son, en última instancia, «sólo-pensamiento» o vacuidad, la imagen llega a considerarse como una manifestación efectiva del ser. Para que esto suceda, debe tener el aspecto y los símbolos tradicionales, y debe estar consagrada. Esto se realiza recitando plegarias y mantras sobre la imagen, colocando en su interior escrituras o reliquias, e incluso órganos internos de barro, y completando y humedeciendo los ojos. Así queda asociado con objetos y sonidos sagrados, y se le infunde la energía que impulsa a hacer el bien, y se le dota de vitalidad, puesto que los ojos húmedos sugieren la respuesta de una mirada viva.
Incluso en el budismo del sur, una imagen en un templo sirve de recordatorio múltiple, puesto que en general se cree que debe consagrarse antes de que pueda funcionar como un objeto de devoción. La consagración consiste en colocar reliquias en la imagen, y un monje recita algunos versos en pali en su honor. En Sri Lanka, se dice que estos versos son los que pronunció el Buda inmediatamente después de su iluminación. Esto concuerda con el hecho de que los ojos a menudo se completan a las 5 de la madrugada, la hora a la que Gautama se iluminó completamente.
Estos dos aspectos parecen sugerir que la imagen consagrada se considera como un representante del Buda, en lugar de sólo una representación de éste. Otros aspectos de la consagración refuerzan esta idea. En Sri Lanka, los artesanos laicos que completan los ojos actúan como si estuvieran conectando la imagen a una fuente de poder que, al igual que la electricidad, es peligrosa si se maneja con descuido. Se preparan ritualmente durante horas, y mientras los pintan, sólo miran los ojos de la imagen a través de un espejo; hasta que está completa, se considera que mirarlos directamente es perjudicial. Algunos monjes occidentalizados niegan que haya necesidad de consagrar las imágenes.
De hecho, en el budismo del sur existe una creencia popular en un tipo de «fuerza búdica» que permanecerá en el mundo durante tanto tiempo como siga practicándose el budismo. De hecho, un folleto de un templo tailandés situado en Londres, dice del Buda: «Aunque ahora su forma física ya no existe, su aspecto espiritual, que es su benevolencia y su gran compasión, sigue existiendo en el mundo». Esta actitud queda reflejada en la manera en la que los budistas del sur consideran que las reliquias y los árboles bodhi tienen un poder protector que impulsa a hacer el bien. La «fuerza búdica» en la que muchos creen se asocia especialmente con las imágenes, en concreto con las que se han utilizado para expresar devoción durante siglos, lo que sugiere que se considera que éstas se hallan «cargadas» con el poder del Buda. Algunos budistas del sur, no tan cultos, llegan hasta el extremo de creer que el Buda todavía está vivo como individuo, y que de alguna forma está presente en las imágenes de sí mismo.
Comments