top of page
Foto del escritorJuan

AMOR Y COMPASIÓN


El amor y bondad universales (metta) y la compasión (karuna) se consideran parte de la fase del camino denominada «recto pensamiento», desarrollan la generosidad, y contribuyen a la profundización de la virtud, y de los factores que socavan el apego al «yo». También son las dos primeras de las cuatro «inconmensurables» o «moradas divinas» (brahma-viharas) cualidades que, cuando alcanzan un alto grado de desarrollo a través de la meditación, se dice que hacen que la mente sea «inconmensurable» e idéntica a la del bondadoso

dios Brahmã. El amor es el deseo sincero de que todos los seres sean felices, y actúa como antídoto contra el odio y el miedo. La compasión es la aspiración a que los seres se vean libres del sufrimiento, y es el antídoto contra la crueldad.


El júbilo compasivo (mudita) es la felicidad ante la alegría de los demás, y es el antídoto contra la envidia y el descontento. La ecuanimidad (upekkha) consiste

en una actitud de serenidad equilibrada hacia todos los seres, que equilibra la preocupación por los demás con la comprensión de que el sufrimiento es parte inevitable del hecho de estar vivo, y cumple como antídoto contra el partidismo y el apego.


Se dice del amor que, «Conquista la ira mediante la bondad; conquista el mal mediante el bien; conquista al avaro mediante la generosidad; conquista al mentiroso mediante la verdad». Este amor y benevolencia también son el tema del Karaniya-metta Sutta, un cántico paritta muy popular: «Aquel que tiende al bien, y que desea alcanzar ese Estado de Paz [nibbana] debería conducirse así: debería ser capaz, honesto, perfectamente honrado, de conversación agradable, benévolo y humilde, satisfecho, módico en sus necesidades [como un monje], con pocas ocupaciones, con los sentidos controlados, discreto, modesto y sin un apego codicioso a ciertas familias [para conseguir limosnas]. No debería cometer el más mínimo error por el que los hombres sabios pudieran censurarle. [Debería expresarse en los términos siguientes]:


«; Que todos los seres sean felices y estén protegidos, que tengan pensamientos felices! Cualquier ser vivo que exista -débil o fuerte, largo, poderoso o desnutrido, corto, pequeño o grande, visible o invisible [es decir, espectros, dioses y seres infernales], ya viva cerca o lejos, haya ya nacido o espere renacer- ¡que todos los seres, sin excepción, tengan pensamientos felices! Que ninguno engañe a nadie ni lo desprecie en ningún lugar; ya sea por enfado o por mala voluntad, que no se deseen ningún sufrimiento unos a otros.» Igual que una madre protegería a su único hijo arriesgando su propia vida, de la misma forma, habrá de cultivar un amor ilimitado hacia todos los seres. Que sus pensamientos de bondad ilimitada impregnen todo el mundo: arriba, abajo, y a través, sin ninguna obstrucción, sin ningún odio, sin ninguna enemistad. Tanto si está de pie, como si camina, se sienta o se estira, mientras esté despierto, habrá

de desarrollar su atención. Hacer esto, se dice, es construir la morada divina aquí. Sin caer en opiniones erróneas, virtuoso y dotado de entendimiento, ha de

abandonar el apego a los deseos de los sentidos. En tal caso es seguro que no volverá otra vez a ningún vientre [es decir, a renacer]» (Khp. 8-9).


Así, el amor de modo ideal debe difundirse a todos los seres, con la misma fuerza del amor que una madre siente por su hijo, aunque sin incluir el sentimentalismo y la posesividad que aquél pueda contener. La expresión máxima de este ideal se describe de la siguiente forma: «Monjes, incluso si unos viles ladrones descuartizan a uno de vosotros miembro a miembro con una sierra de dos manos, incluso entonces, si alguno abrigara el odio en su corazón por esa razón, no formaría parte de los que practican mis enseñanzas» (M.I.129).


El amor puede cumplirse en la vida diaria llevando a cabo acciones amables, y el recitado del sutta citado anteriormente con una completa consciencia de su significado resulta uno de los tipos de meditación más frecuentes en el budismo del sur aunque también se practica un tipo de meditación más sostenida sobre el amor.


Para ayudar a superar la mala voluntad respecto de alguien, el que se encuentra cultivando el amor puede reflexionar sobre el daño que le comporta a sí mismo abrigar sentimientos de ira y de hostilidad: «Por muy grande que sea el daño que un enemigo inflija a otro, o el odio que pueda llegar a albergar, una mente dirigida con mala voluntad puede causar un mal todavía mayor» (Dhp. 42). De hecho, si la persona se enfada ante una provocación, está cooperando en producirse sufrimiento a sí misma (Vism. 300). Se suele recomendar no olvidar que todos los seres han sido buenos con uno mismo en algún momento, o también reflexionar sobre el hecho de que la mente al cambiar constantemente, produce que «la persona que me molestó» ya no sea precisamente esa misma persona en otro momento posterior (Vism.301).


Se concede mucha importancia a la compasión como motivación fundamental del bodhisattva. En el budismo del este y del norte, hacer los votos del bodhisattva (a menudo después de comprometerse con los preceptos), conlleva el compromiso solemne que expresa el deseo compasivo de ayudar a todos los seres. Se llega a esto practicando constantemente las «perfecciones»: generosidad, virtud, paciencia, vigor, meditación y sabiduría. En el budismo del sur existe una serie de diez perfecciones (pali paramis), que se consideran como cualidades nobles que contribuyen a la capacidad de beneficiar compasivamente a los demás: generosidad, virtud, no-sensualidad, sabiduría, vigor, paciencia, honestidad, determinación, bondad y ecuanimidad. Aunque un bodhisattva los desarrolla en sumo grado, también se consideran adecuados para todos los que aspiran a nibbana.


El Buda enseñó que «quienquiera que desee cuidar de mí, debería cuidar de los enfermos» (Vin. I.301-2), y en su «Preciosa Guirnalda de Consejos al Rey», Nagarjuna aconsejó: «Haced que los ciegos, los enfermos, los humildes, los desamparados, los desdichados y los minusválidos también tengan alimento y bebida sin interrupción». Un buen ejemplo de este ideal de compasión puesto en práctica tuvo lugar en la China T'ang (618-907), donde los monasterios budistas, y las sociedades religiosas laicas establecidas por los monjes, administraron hospitales, dispensarios, orfanatos, hogares para ancianos y posadas para los peregrinos, alimentaron a los mendigos y trabajaron para aliviar el hambre, construyeron carreteras y puentes y cavaron pozos. En las tierras del budismo del sur, las obras caritativas (además de administrar orfanatos), generalmente se han dejado en manos de personas laicas ricas o de los gobernantes. Sin embargo, los monasterios han desempeñado una serie de funciones en el área del bienestar social de manera informal. Hoy en día, el trabajo social de los budistas laicos incluye las campañas contra el hambre, la administración de bancos de órganos, y el movimiento de desarrollo comunitario «Sarvodaya ramadana» de Sri Lanka, que está influido por las ideas de Gandhi.

El ideal de cuidar de los animales queda bellamente ilustrado en un relato jataka (n.° 124) que narra la historia de un bodhisatta ermitaño que llevó agua a los animales salvajes durante una sequía; como estaba tan determinado a hacerlo, no tuvo tiempo de procurarse comida, pero los animales la reunieron para él. Siguiendo este ideal, los grandes monasterios chinos solían tener un estanque para peces rescatados de la pescadería, y se les entregaba ganado para que lo cuidaran, junto con aportaciones para su mantenimiento.


En Myanmar (Birmania) existen «hogares de jubilación» para las vacas. El budismo también mantiene la tradición de proporcionar cuidados veterinarios. Siguiendo estos preceptos, a un animal aquejado de una grave aflicción no se le «acorta la agonía», sino que se le cuida, ya que acabar con su vida no se estima diferente de matar a un ser humano en idénticas circunstancias.


Fuente: "El budismo"; Harvey, Peter.

Comments


bottom of page